Con su estilo directo y sin anestesia, Javier Milei le mandó un mensaje clarito al campo: “¡Apúrense a liquidar porque en julio se les termina la fiesta!”. El Presidente confirmó que en junio se apaga el breve veranito fiscal que les había bajado las retenciones a la soja, el trigo y el maíz. Desde el 1º de julio, vuelven los viejos porcentajes que el propio Milei había criticado como “robo estatal” en campaña. Pero ahora, al parecer, el botín lo necesita él.
El anuncio viene con un manual de instrucciones oculto: quien no liquide ahora, pagará caro después. Las nuevas alícuotas llevarán la soja de 26% a 33%, y al resto de los cultivos les cae una suba de entre 2 y 7 puntos. El Gobierno, que ya sepultó el dólar blend, quiere dólares frescos y rápido. ¿La explicación oficial? “Ya no hay desequilibrios macroeconómicos”, dicen desde Casa Rosada, mientras el campo mira el calendario con el ceño fruncido y la calculadora en mano.
¿Y las promesas de libertad total para el agro? Bien, gracias. Las contradicciones no se cosechan, pero están floreciendo. Mientras Milei habla de liberar al mercado, aprieta al sector más productivo del país con una receta vieja: más impuestos, más presión y menos aire. El romance con el campo, que venía dulce desde las PASO, ahora cruje al ritmo de la caja fiscal. Porque en la nueva Argentina, hasta el libertario más furioso puede terminar cobrando retenciones… con gusto.