En una escena digna de una telenovela de traiciones políticas, María Eugenia Vallota, referente del PRO local, salió al aire para hacer lo que mejor le sale: quejarse. Con voz de despecho y micrófono en mano, le confesó al periodista Jorge Gómez que no puede creer cómo algunos de sus compañeros de partido decidieron subirse al barco libertario de Javier Milei, el único que, al parecer, no se está hundiendo. “Algunos tienen valores y otros comodidad”, lanzó Vallota, como si el PRO fuera hoy una escuela de ética y no una bolsa de gatos.
El dardo principal fue, claro, para Patricia Bullrich, la ex paladina del PRO devenida ministra de Seguridad del gobierno nacional. Su pase a las filas mileístas fue tomado como una traición en el manual interno de Vallota, que todavía cree que las siglas PRO significan algo. Mientras tanto, intenta resucitar la figura de Cristian Ritondo como un mesías de la “identidad partidaria”, aunque él mismo esté armando una alianza con Milei, pero “respetando los matices”… o sea, caminando con una pierna en cada vereda sin romperse la cadera.
El reclamo de Vallota no es otra cosa que el grito desesperado de un espacio político en modo naufragio, donde cada quien agarra el salvavidas que encuentra. La dirigencia del PRO llora la pérdida de “identidad” mientras sus figuras más pesadas hacen fila para entrar al camarote libertario. ¿El debate para las próximas elecciones? Será sobre quién se quedó con los restos del naufragio y quién logró sentarse en la cubierta del Titanic libertario con una copa en la mano.