Las rutas que conectan a Necochea están hechas un desastre: baches crónicos, banquinas que parecen trampas mortales y una lista de accidentes que no deja de crecer. En la última sesión del Concejo Deliberante se discutió –otra vez– el estado calamitoso de las provinciales 86, 88 y 227. ¿El objetivo? Rogarle a la Provincia lo que el Municipio ni siquiera reclama con fuerza: obras urgentes para frenar esta ruleta rusa sobre ruedas.
Mientras los concejales piden autovías y reparaciones como quien lanza botellas al mar, la gestión de Arturo Rojas parece mirar para otro lado. ¿Dónde está la presión política, la gestión activa, el intendente en pie de lucha por sus vecinos? Brilla por su ausencia. La inseguridad vial no es nueva, pero la falta de acción sí es imperdonable. El intendente debería ser el primero en encabezar estos reclamos, no el último en enterarse.
Entre mociones sobre motovehículos ruidosos y la Banca Abierta para hablar de bibliotecas, el drama de las rutas vuelve a perder protagonismo real. ¿Cuántos accidentes más van a necesitar para moverse en serio? Necochea está atrapada entre la desidia provincial y un gobierno local que parece más ocupado en discursos que en soluciones. Y mientras tanto, los baches no esperan.