¡Plot twist en el ring sindical! La CGT, otrora columna vertebral del peronismo, decidió esta vez mirar para otro lado mientras Cristina Kirchner pedía apoyo desde su prisión domiciliaria. La jugada maestra la hizo Hugo Moyano, quien, con voz gastada pero lengua afilada, bajó línea y le clavó un “no” seco al kirchnerismo. ¿Venganza por viejos rencores? Sin dudas. La central obrera ni marchó ni paró, y muchos ya hablan de una rendición sin pelea. ¿Unidad? Solo de nombre: algunos con Kicillof, otros con Milei y varios que ya se bajaron del barco peronista.
La interna sindical arde. Pablo Moyano fue a ver a Cristina por las suyas, mientras Hugo aclaraba que no había llamado ni para el Día del Padre. En la CGT, los teléfonos explotan, los bandos se reconfiguran y los herederos se disputan un trono que tambalea. Mientras tanto, empresarios meten mano en las paritarias y hasta aportan a las obras sociales para mantenerlas vivas. El “modelo gremial argentino”, ese que fue intocable por décadas, hoy se sostiene con parches y favores, mientras el gobierno festeja en silencio los acuerdos a la baja.
Y como si fuera poco, desde la Casa Rosada ya tiraron una bomba que asusta a todos: quieren que el aporte de salud vaya al bolsillo del trabajador, dejándolo sin cobertura. Un 6% más en el sueldo… pero solo si te animás a jugarte la salud en la ruleta rusa del sistema público. El fantasma de la reforma laboral vuelve a rondar y los gremios lo saben. ¿Resistencia o rendición? En Azopardo lo niegan, pero las señales son claras: la CGT ya no ruge… susurra.