En un escándalo periodístico que hizo temblar redacciones desde Mar del Plata hasta Necochea, varios medios anunciaron —sin pestañear— la muerte de Yanina Liani, la única sobreviviente del brutal accidente en Ruta 88. La noticia falsa se propagó como fuego, generando una ola de condolencias… hasta que alguien se dignó a chequear: ¡Yanina está viva e internada! El papelón fue tan grande que ya se habla del “obituario fantasma”.
El epicentro de la vergüenza fue el diario La Capital, que imprimió su edición con la falsa muerte incluida, mientras que algunos portales locales se dedicaron al copy-paste sin confirmar una sola coma. ¿La excusa? “Fallas de comunicación oficial”, aunque la realidad es que el apuro por sumar clicks superó cualquier manual de ética profesional. Incluso se ordenó una autopsia. ¿Cómo se explica semejante desastre?
Para la familia de Yanina, el calvario fue doble: sobrevivir a un accidente y luego desmentir su propia muerte. La historia volvió a encender la alarma sobre la irresponsabilidad de los medios, el uso ciego de fuentes “oficiales” y el periodismo de apuro que prefiere correr detrás del algoritmo antes que de la verdad. Esta vez, la vida le ganó a la primicia… por suerte.