Con las urnas a la vuelta de la esquina, Axel Kicillof finalmente se sentó cara a cara con Cristina Kirchner en el famoso departamento de San José 1111, donde la ex presidenta cumple prisión domiciliaria. El encuentro, sin fotos ni sonrisas públicas, duró una hora y media y fue descrito como “positivo”, aunque la ausencia de imágenes deja claro que no todo está saldado entre ambos.
Fuentes de ambos lados coinciden en que el eje fue puramente electoral: sumar fuerzas en un peronismo dividido y con la presión de octubre encima. Hablaron de la campaña, del panorama nacional e internacional y del reto que significa enfrentar a Javier Milei en medio de la tormenta política y económica. El mensaje fue claro: “hay que ganar”, aunque las diferencias internas siguen latentes.
La visita, reclamada hace semanas por el kirchnerismo duro, busca calmar tensiones y evitar el “fuego amigo” dentro de la provincia. Cristina, hiperactiva incluso desde su arresto domiciliario, continúa recibiendo dirigentes y marcando la línea de batalla contra el Gobierno. Kicillof, por su parte, necesita blindar su liderazgo bonaerense. La foto no llegó, pero el reencuentro marca un primer movimiento para un peronismo que quiere mostrarse unido, al menos hasta que pasen las elecciones.