Las estaciones de servicio amanecieron con una sorpresa poco grata: Puma le metió una suba del 5% al precio de sus combustibles justo a la medianoche del viernes. ¿La razón? El Brent se disparó en Londres por la crisis en Medio Oriente, y las petroleras locales ya se relamen para ajustar el surtidor. Shell está con el dedo en el gatillo y no descartan remarcar en cualquier momento. “Con estos márgenes no se puede”, rezongan desde la empresa.
Todo el país mira ahora a YPF, la gran jefa del mercado, que tiene más del 50% de las ventas. Según fuentes cercanas a la petrolera estatal, una decisión se cocina en las oficinas, y el humo blanco podría salir en las próximas horas. Hasta ahora, sus precios vienen siendo los más bajos, hasta un 8% menos que la competencia, pero con un retraso acumulado del 18%, el ajuste parece inevitable.
El petróleo, mientras tanto, no para de subir: solo en junio trepó un 20%, pasando de 63 a 77 dólares el barril Brent. El gobierno, con el corazón en la mano, ruega que las subas vengan por partes para no romper la delgada ilusión de “bajar la inflación”. Pero en la calle, el que carga nafta ya se siente estafado: otro golpe al bolsillo que no da tregua.