“BAJO AGUA Y BAJO ALERTA: EL AMBA SE AHOGA EN PROMESAS Y BARRO”

El Gran Buenos Aires vivió su propio apocalipsis acuático: calles convertidas en ríos, autos flotando como lanchas y más de mil vecinos forzados a abandonar sus casas en plena madrugada. Mientras las redes sociales se inundaban de videos con techos colapsando y colectivos atrapados, el Gobierno provincial activaba comandos de emergencia como si se tratara de una película de catástrofes… pero sin final feliz. La lluvia no dio tregua y en zonas como Zárate y Campana el agua superó el metro y medio, arrasando viviendas y sembrando el caos.

Axel Kicillof y su tropa instalaron un centro de crisis en La Matanza, con bomberos, Defensa Civil y promesas de ayuda que llegaron tan rápido como las obras hídricas: tarde o nunca. Mientras tanto, familias enteras veían cómo sus pertenencias flotaban en medio del living, escuelas cerraban, rutas nacionales quedaban intransitables y micros con chicos varados en plena tormenta esperaban milagros sobre el barro. Desde Moreno hasta Chivilcoy, el temporal no perdonó ni ciudades, ni pueblos ni chacras: granizo, viento y agua hicieron estragos sin discriminar.

La postal de la desidia se completó con viaductos colapsados, rutas cortadas y gran parte del AMBA en alerta roja. Vialidad Nacional, con su clásico timing, recién cortó rutas clave cuando los autos ya estaban hundidos. ¿La recomendación oficial? “No salgan de casa”. Lástima que muchos ya no tienen casa a la cual volver. Otra vez, el clima pone en evidencia lo que ni mil discursos pueden esconder: en la provincia, cuando llueve fuerte, se inunda todo… menos la paciencia de los vecinos.