“AMARILLO ROTO: MACRI Y BULLRICH SE DECLARAN LA GUERRA Y EL PRO VUELA POR LOS AIRES”

Lo que empezó como un cruce de tuits terminó en guerra abierta en el Congreso. El PRO, ese experimento amarillo que alguna vez soñó con ser el partido moderno del siglo XXI, hoy es un campo minado. Diputados que ya ni se saludan, grupos de WhatsApp congelados y reuniones por separado. El divorcio entre Mauricio Macri y Patricia Bullrich explotó en plena Cámara baja, y ahora el bloque no se parte: directamente se desgrana como bizcochuelo mojado.

Las escenas hablan por sí solas: dictámenes opuestos, guiños al oficialismo y una nueva tribu en Diputados —los “PRO con peluca”— que juega para Javier Milei sin ponerse colorados. Mientras unos firman al compás del expresidente, otros se encolumnan con la ministra de Seguridad como si no hubieran compartido boleta hasta ayer. “Esto ya no lo salva ni Durán Barba”, murmuran algunos, mientras especulan con una ruptura definitiva apenas pasen las elecciones porteñas.

En el fondo, todos lo saben: el viejo PRO de manual, de selfies y globos, ya no existe. Ahora queda un rejunte de diputados que se miran de reojo, esperando quién da el primer paso hacia la ruptura. Bullrich ya avisó: su acuerdo es con los nombres, no con el partido. Y Macri, fiel a su estilo, prepara su regreso con cuchillo entre los dientes. Si algo queda claro en este circo legislativo es que el amarillo dejó de ser color de unidad y pasó a ser advertencia.