Axel Kicillof ya mira más allá del domingo electoral y se prepara para lo que realmente importa: el poder que viene. El gobernador bonaerense sabe que su futuro político se juega en varios tableros al mismo tiempo. Con la Provincia enfrentando números en rojo y un clima interno caldeado dentro del peronismo, el mandatario deberá equilibrar cuentas, egos y estrategias si quiere llegar con chances a 2027.
En La Plata, el oficialismo trabaja contrarreloj para aprobar el Presupuesto 2026 y una ley de financiamiento por más de mil millones de dólares que quedó trabada en la Legislatura. Kicillof necesita a la oposición y también a su propio bloque, dividido entre kirchneristas que todavía no le perdonan haber desdoblado las elecciones y sectores que quieren aprovechar el envión del triunfo de septiembre. Mientras tanto, el gobernador repite su mantra: “Construir una alternativa al gobierno de Milei”. Traducción: lanzarse como presidenciable sin decirlo abiertamente.
Pero el camino está lleno de minas políticas. El cristinismo lo mira con desconfianza, la oposición le marca la cancha y los municipios reclaman fondos que no llegan. Entre negociaciones por el presupuesto, designaciones en la Corte bonaerense y movimientos en el Banco Provincia, Kicillof juega una partida donde cada ficha cuenta. Ganó en septiembre, sí, pero lo que está en juego ahora no es una elección: es su lugar en el futuro del peronismo.