Mientras el edificio del Casino de Necochea se cae a pedazos, las promesas de reactivación terminan en la nada. La última licitación provincial para explotar las tragamonedas en siete salas de juego fue un nuevo revés: ninguna empresa se interesó por Necochea, que quedó fuera del tablero junto a Mar de Ajó y Sierra de la Ventana. Ni el bombo político ni las fotos de campaña alcanzaron para maquillar lo evidente: nadie ve rentable un edificio derruido y sin rumbo.
El contrato ofrecido era tentador: 20 años para operar las máquinas y hacer mejoras edilicias. Pero Necochea exigía tantas obras que ni las grandes del rubro, como Boldt o Casino Victoria, quisieron arriesgarse. Mientras tanto, unos 60 trabajadores resisten con lo que queda del paño, a la espera de que el Concejo Deliberante apruebe una ordenanza que permita trasladar la sala a otro edificio. Una movida desesperada para no quedar en la calle.
Y mientras los municipios vecinos avanzan —como San Cayetano, que ya reconstruye su teatro tras un incendio— Necochea sigue en pausa eterna. El teatro auditorium del Casino, quemado hace años, sigue igual. El seguro se cobró, pero las obras nunca arrancaron. Desde el Ejecutivo solo salen promesas, titulares vacíos y frases rimbombantes (“Necochea no tiene techo…”). Pero la única certeza es que el edificio del Casino ya no tiene ni futuro.