Una planta industrial con sed de río ha puesto de punta los pelos a los vecinos del Paseo de la Ribera. Se trata de un megaproyecto de maltería que quiere aterrizar nada menos que frente al Quequén, uno de los pulmones naturales más preciados de la ciudad. Aunque no se oponen a que se instale la fábrica, los vecinos están en pie de guerra por su ubicación, que consideran un atentado al ambiente y al desarrollo turístico. El martes vence el plazo para que la comunidad opine en una consulta pública que promete sacar chispas.
Con recuerdos pestilentes de otros fracasos industriales y un Estudio de Impacto Ambiental que más que tranquilizar, alarma, los habitantes de la zona denuncian que el proyecto podría convertir el río en una sopa marrón de desechos. “¿Cereal podrido? No, gracias”, resumió una vecina, mientras se multiplican los reclamos por la posible contaminación, el uso desmesurado del agua y una zonificación urbana que parece salida del túnel del tiempo. ¿Parque industrial frente al río? ¿Y por qué no un shopping en el médano?
Como si fuera poco, se habla de ventas de calles, excepciones misteriosas y maniobras municipales que harían sonrojar hasta al zorro del conurbano. “Si vendieron calles, van todos en cana”, disparó una de las referentes vecinales, sin filtro. Mientras tanto, los vecinos siguen organizándose con una claridad envidiable: no están en contra del trabajo, ni de la inversión, ni del crecimiento. Solo piden sentido común. Y que el Quequén siga siendo un río, no una cloaca con espuma de cebada.