El líder bolivariano cede el control interno ante su principal rival político mientras enfrenta una creciente presión social y externa
En medio de un clima político convulsionado y tras las polémicas elecciones presidenciales de julio, Nicolás Maduro se enfrenta a un nuevo escenario dentro del chavismo. La figura de Diosdado Cabello, histórico aliado y rival interno, ha ganado protagonismo en las últimas semanas, asumiendo un papel decisivo en el control de los organismos de seguridad del país. Ante las protestas por denuncias de fraude electoral y el aumento de la presión internacional, Maduro se vio obligado a incluir a Cabello en la toma de decisiones estratégicas, marcando un cambio de poder en la cúpula chavista.
El avance de Cabello no es casualidad. Tras ocupar cargos secundarios dentro del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), su influencia comenzó a consolidarse luego de comandar la represión de las manifestaciones que estallaron tras los cómicos. Como nuevo ministro del Interior y Justicia, Cabello fue responsable de sofocar las protestas, lo que le permitió ganar respaldo dentro de las Fuerzas Armadas y entre sectores más duros del chavismo. Su ascenso también significó un retroceso en la influencia de los hermanos Jorge y Delcy Rodríguez, históricos defensores del “madurismo”, que hoy ven disminuido su poder en el tablero político.
Con un gobierno que parece operar con “dos cabezas”, Maduro y Cabello han mostrado un frente unido hacia el exterior, pero puertas adentro las tensiones persisten. Mientras Maduro intenta sostener alianzas internacionales con Rusia, China e Irán, Cabello se fortalece como la figura que garantiza el control interno, especialmente sobre las Fuerzas Armadas, un actor clave para la estabilidad del régimen. Los analistas coinciden en que, aunque Maduro sigue ocupando el Palacio de Miraflores, el verdadero poder en Venezuela está ahora más repartido que nunca, y el futuro del chavismo dependerá de cómo evolucione esta relación entre ambos líderes.