En una noche donde el peronismo se lamía las heridas por la paliza electoral, Cristina Kirchner decidió cambiar lágrimas por cumbia. La ex presidenta —hoy encerrada en su mansión con prisión domiciliaria— salió al balcón de San José 1111 y, como si nada hubiera pasado, tiró pasos frente a cientos de militantes que venían mascando bronca. Bombos, gritos y un clima de “algo explotó acá” se mezclaron en la calle mientras la condenada líder del kirchnerismo sonreía y movía los hombros como en sus mejores días de poder.
Durante la jornada, la marea azul se había reunido con ilusión, choripanes y fernet en mano —pese a la veda— esperando un milagro en las urnas. Pero a medida que los números se conocían y la derrota se hacía imposible de negar, las caras se transformaban: del “vamos que ganamos” al “fraude, fraude”. Algunos dirigentes desfilaron a saludarla —Recalde, Taiana, Grabois— intentando ponerle épica a un papelón electoral que dejó sin aire al búnker peronista en la Ciudad.
Y cuando ya todo se desinflaba, Cristina apareció como una estrella de rock, tirando corazones con las manos y haciendo bailar otra vez a quienes minutos antes querían irse puteando. Diez minutos bastaron para que la militancia coreara su nombre como si nada hubiera pasado. Derrota adentro, fiesta afuera. Una postal tan kirchnerista como el choripán caliente: cuando el resultado duele… se baila igual. 💃🕺🔥