Washington encendió las brasas del comercio internacional: el gobierno de Donald Trump anunció que cuadruplicará el cupo de importación de carne vacuna argentina, llevándolo a 80.000 toneladas anuales. La medida, que busca aliviar los precios récord de la carne en Estados Unidos, llega en medio de un feroz debate interno entre productores locales y la Casa Blanca. Mientras el USDA defiende la apertura como un “ajuste pragmático del mercado”, los ganaderos norteamericanos gritan traición desde los corrales.
El propio Trump, fiel a su estilo, lanzó el anticipo desde el Air Force One: “Compraremos carne de Argentina, así bajarán los precios”. Y aunque sus funcionarios intentaron después enfriar las expectativas, el anuncio ya causó revuelo en ambos países. En Buenos Aires, el Gobierno celebró la noticia como un espaldarazo comercial, mientras que en Estados Unidos algunos productores rurales temen que la decisión los deje en carne viva.
El nuevo plan del Departamento de Agricultura norteamericano no solo aumenta el cupo para la Argentina, sino que también flexibiliza subsidios y reduce costos para pequeños procesadores locales. En paralelo, se reforzarán los controles de etiquetado para garantizar que solo la carne “100% estadounidense” se venda como tal. Una jugada doble: abrir la puerta al asado argentino mientras se blinda el orgullo del T-bone local. El resultado, por ahora, promete humo… y mucho ruido político.