Con tono desafiante y sin pelos en la lengua, Javier Milei incendió la Cumbre del Mercosur en Buenos Aires. En lugar de los clásicos discursos diplomáticos, el presidente argentino lanzó un ultimátum a sus socios regionales: o el bloque se abre al mundo, o Argentina lo hace por su cuenta. “La cortina de hierro debe caer”, disparó, mientras Lula Da Silva escuchaba con gesto de póker a pocos metros.
Milei no se guardó nada: criticó la burocracia “elefantiásica” del Mercosur, denunció los “beneficios para pocos y perjuicios para muchos”, y hasta pidió la liberación inmediata del gendarme argentino preso en Venezuela. Como si fuera poco, advirtió que si los acuerdos no avanzan, su gobierno buscará romper las ataduras comerciales del bloque. “Lo haremos acompañados… o solos”, gritó desde el atril, como si estuviera en un acto de campaña más que en una cumbre internacional.
Además, aprovechó para celebrar alianzas con India, Emiratos Árabes, Israel y la UE, mientras proponía una agencia regional contra el crimen organizado. También agradeció el respaldo por las Malvinas. Pero lo cierto es que su mensaje sonó más a amenaza que a integración. En Buenos Aires hubo diplomáticos que aplaudieron… y otros que tomaron nota. Milei dejó claro que no vino a hacer amigos: vino a patear el tablero.