La saga libertaria sumó otro capítulo tragicómico con Luis “Toto” Caputo, el financista devenido vocero de memes presidenciales. De traje caro y camiseta con el rostro de Milei, el ministro de Economía se pasea como un Aníbal Fernández versión VIP, repitiendo viejas fórmulas de confrontación, mientras el país intenta entender si está en una película de Monty Python o en un noticiero. La reciente cruzada contra Ricardo Darín por hablar del precio de las empanadas no solo confirma la alergia del Gobierno al sentido común, sino que vuelve a mostrar a Caputo más cerca del stand up que de los números.
Javier Milei, en tanto, no se queda atrás. En su afán de vengar cada crítica, transformó las urnas en trincheras. Celebra con bronca, insulta con doctrina y gobierna a los gritos. Y mientras la inflación lo da un respiro, él se dedica a humillar en público a su vice y a sus aliados como si la política fuera un juego de egos en cadena nacional. A este ritmo, pronto veremos a Dumbledore Milei eligiendo ministros por señales celestiales y encargando dibujos animados libertarios para competir con Paka Paka. ¡Bienvenidos al nuevo adoctrinamiento con acento de Utah!
Lo más preocupante es que todo esto suena familiar. El mileismo, que prometía barrer con la casta, terminó reciclando lo peor del kirchnerismo: culto a la personalidad, desprecio por el periodismo y manía por dividir el mundo entre iluminados y herejes. Solo que ahora, en vez de “Néstor vive”, tenemos a Friedman animado para chicos. Cambian los colores, pero el guion es el mismo: soberbia, relatos épicos, y una política tan inflamada que deja poco espacio para gobernar.