Una vez más, el intendente Arturo Rojas desempolvó su fórmula favorita: aparecer en el barrio con una sonrisa, un par de toldos y la promesa de que “ahora sí” va a escuchar a los vecinos. Esta vez el show fue en el Club El Principio, donde la “Oficina Móvil” —ese invento mágico que convierte problemas estructurales en charlas de café— llegó con servicios varios y funcionarios sonrientes, aunque poco concretos.
Mientras algunos vecinos se acercaban con la esperanza de que alguien tomara nota real de sus reclamos, el operativo parecía más preocupado por la selfie perfecta que por la solución efectiva. Entre vacunas para perros y cursos express de RCP, se vendió la ilusión de un Estado presente, cuando en realidad muchos barrios siguen esperando respuestas desde hace años… sin móviles, ni oficinas, ni funcionarios.
La escena fue la de siempre: abrazos para la foto, promesas que se diluyen como panfletos después de la campaña, y una postal de gestión que sigue prefiriendo el maquillaje callejero antes que las obras de fondo. Si de acercarse al pueblo se trata, quizá convendría más que la Municipalidad deje de girar en tour y empiece a responder en serio desde su propio escritorio.