Ni oro, ni tronos, ni mármoles tallados: el Papa Francisco, fiel a su estilo hasta el final, eligió descansar en una tumba tan sencilla como su mensaje. El exlíder de la Iglesia Católica será enterrado en la Basílica de Santa María la Mayor, bajo una losa de mármol blanco con una sola palabra: FRANCISCUS. Nada más. Nada menos. Así lo había dejado por escrito en su testamento, donde además pidió que todo fuera pagado por una donación anónima. Austeridad papal, versión final.
Atrás quedaron los fastuosos entierros con ataúdes triples. Francisco optó por uno de madera y zinc, donde descansarán, junto a su cuerpo, un rosario, monedas conmemorativas y sus principales escritos. Todo preparado para una despedida sin pompa, pero cargada de simbolismo. La procesión hacia su sepulcro reunirá a líderes de todo el mundo, aunque el verdadero protagonista será el silencio reverente de los fieles que lloran a un papa distinto, que rompió esquemas hasta en la muerte.
El lugar de descanso tampoco fue casual. Francisco visitó la basílica mariana antes y después de cada viaje como Papa, confiando en la Virgen Salus Populi Romani. Ahora, su tumba quedará junto a ella. A partir del 27 de abril, todos podrán acercarse a despedirlo. Y sí, en un mundo plagado de ostentación, el último adiós del Papa argentino será recordado por lo que no tuvo: lujos, estridencias… ni máscaras. Solo fe y coherencia.