El barro se volvió rutina y la paciencia se agotó. En el barrio Tigre Dientes de Sable, cada lluvia transforma las calles en una trampa de lodo donde ni ambulancias, ni taxis, ni siquiera los propios autos pueden avanzar. “Nos vemos prácticamente imposibilitados de entrar o salir de nuestras casas cada vez que llueve”, denuncian con furia los vecinos, que ya presentaron una carta al intendente Arturo Rojas pidiendo respuestas inmediatas.
Las calles, sin entoscado ni mantenimiento, se convirtieron en pantanos donde el tiempo parece haberse detenido. La recolección de residuos se suspende por días, los remises no se animan a entrar y los autos particulares se arruinan uno tras otro. “Es un peligro para la salud, para la seguridad, y para la vida misma del barrio”, advierten los más de 60 firmantes del reclamo, que también apuntan a la Avenida 58 como otro símbolo del abandono municipal.
El reclamo no es nuevo: desde hace más de dos años que los vecinos tocan puertas, llaman al 147, y no obtienen más que promesas mojadas. Ahora, con esta carta, exigen algo básico pero urgente: poder entrar y salir de sus casas sin poner en riesgo la vida. “Queremos una calle, no una laguna”, fue el mensaje directo al Ejecutivo. El barro ya los tapó… ahora esperan que la Municipalidad no los termine de enterrar.